Si compra un coche mañana no será igual al que hubiese podido adquirir hoy. Aunque sería imposible descubrirlo a simple vista. Sólo habrá cambiado un dato, pero crucial: el que fija las emisiones de CO2 y que desde este sábado se establece con un nuevo protocolo de medición llamado WLTP. La modificación no es baladí pues lleva meses revolucionando a marcas y constructores y ahora el tsunami llega al mercado. Por ejemplo, amenazando con incrementos «sustanciales» en los precios.
El ciclo de homologación WLTP reemplaza al NEDC, que se estaba aplicando desde principios de los 90, claramente obsoleto y muy alejado de la realidad. En 2014, algunos estudios apuntaban a que estaba dando cifras de consumo y emisiones un 30% inferiores a las reales. Ese mismo año, la UE inició el proceso para reemplazarlo por otro sistema más realista. El dieselgate aceleró su implementación (de hecho, se cumplieron los plazos previstos, cosa rara) y desde mañana, ningún coche se puede vender en España (o Europa) si no ha pasado esas pruebas.
El WLTP introduce unas condiciones de prueba más severas (ver gráfico adjunto) y reproduce más escenarios de uso. Además, si antes se hacía una única homologación para cada modelo y motorización, ahora se tienen en cuenta los elementos opcionales que incrementan el peso. Esta multiplicidad ha superado la capacidad de la industria, a pesar de que han tenido al menos dos años para adaptarse, y así, muchas marcas -las del Grupo PSA son la excepción-, no han podido homologar sus gamas al completo. Según Jato Dymanics, hace tres días, apenas se llegaba al 40% en España. Resultado: han retirado versiones, simplificado oferta o, en los dos últimos meses, multiplicado sus promociones(con descuentos de hasta un 40%) y automatriculado miles de vehículos a los que habrá quedar salida como de ocasión. La legislación sólo permite dejar exenta del cumplimiento de la norma WLTP a una cantidad equivalente al 10% de lo cada fabricante vendió en 2017.